Gente tóxica: Cómo comportarse frente a estos 8 tipos de jefes idiotas
“La estupidez es una enfermedad muy extendida”, es la constatación
–nada novedosa por cierto- que inspira este libro. “Sólo dos cosas son
infinitas, decía Albert Einstein: el universo y la estupidez humana... y no
estoy seguro de lo primero”.
Con frecuencia se
subvierte el orden natural de las cosas y vemos en puestos de responsabilidad a
personas que no están formadas. Aquí, un manual de supervivencia.
John Hoover fue
ejecutivo de Disneyland Entertainment y de McGraw-Hill, además de consultor de
empresas tanto o más emblemáticas: Delta Air Lines, Hilton, IBM, Xerox…
Su larga experiencia
corporativa la ha volcado en las clases de planificación, comunicación y
principios de gestión que dicta en diferentes universidades de Tennessee,
además de varios libros de títulos tan significativos como el que se acaba de
reeditar: Cómo trabajar para un jefe idiota, y cuyo subtítulo es: Cómo
sobrevivir y prosperar en el trabajo sin asesinar a tu jefe.
Si alguien se imagina
que se trata de otro aburrido manual de coaching empresarial, se desengañará
enseguida. Hoover aconseja no leer este libro en la oficina, justamente, porque
las carcajadas atraerán la atención de nuestro jefe. Sea éste idiota o no,
puede traernos un problema. Tiene razón el autor en hacer esta advertencia
porque su trabajo es desopilante.
Quizá por esa
costumbre que tenemos de reírnos de las desgracias, propias y ajenas, este
libro es uno de los mayores divertimentos en que podemos incursionar,
especialmente si tenemos larga experiencia laboral. Ya que todo lo que el autor
describe con maestría –y sistematiza como biotipos de oficina- lo habremos
vivido -o padecido- más o menos directamente.
Mal de muchos…
Convencido en efecto
de que la vivencia de trabajar para un jefe idiota es universal, Hoover
anuncia: “Voy a compartir contigo mis experiencias profesionales para que sepas
que no estás solo”. Y de eso se trata justamente. Si no nos permitirá superar
la situación en que nos encontramos, al menos nos habremos reído un rato de
nosotros mismos y reconfortado pensando que “mal de muchos es consuelo de
tontos”.
“Los jefes idiotas (en
adelante, jefes-i) son los escollos mutantes de la evolución organizativa y
tienen una inmunidad semejante a la de la cucaracha a las calamidades que
azotan a la gente creativa y con verdadero talento”, sentencia Hoover que, de
todos modos, está convencido de que el obstáculo puede superarse y para eso
escribió este manual. Pero, de no ser así, “como mínimo te ayudará a no perder
los estribos”, avisa.
Pese a su larga experiencia,
Hoover no tiene todas las respuestas a preguntas tales como: “¿Por qué la
estupidez tiene tanto poder?” o ¿”por qué Dios permite que los idiotas se
conviertan en jefes?”. Para esto sólo tiene un consuelo del tipo hay gente que
la pasa peor: “En un mundo –escribe- donde los jugadores de básquet ganan más
dinero que los científicos que trabajan en la curación del cáncer y en el que
la gente le da importancia a lo que los actores de Hollywood y los músicos
multimillonarios piensan sobre la política global, el hecho de que los idiotas
acaben convertidos en jefes me parece la burla menos cruel de todas”.
Claro que si hacemos
la lógica analogía con la política, un campo de excelencia para que los idiotas
se hagan con el poder, la cosa ya no es tan divertida. Cualquiera que haga el
repaso de los personajes que, en tierra propia o ajena, vimos y vemos desfilar
por altos cargos –incluso, como en la genial analogía Desde el jardín, de Jerzy
Kosinksi, en la cúspide del Estado-, sabrá a qué me refiero. Más que para reír
es para llorar…
El hijo o la hija de
Una subcategoría
particular de jefe-i es aquella en la cual ésta calidad coincide con la de hijo
de: “Si el hijo del dueño trabaja en la empresa, serías corto de luces si no
comprendieras que el hijo en cuestión es material sujeto a leyes especiales,
advierte Hoover. No es necesario estudiar mucha historia para aprender que la
sangre es más espesa que el agua y que el dinero familiar es más espeso que la
sangre.
He visto cabezas de
familia pasar por alto a empleados de talento, capaces, fieles, entregados y de
toda la vida, para entregar las riendas del negocio a un hijo o una hija cuyas
facultades mentales se habían visto significativamente disminuidas como
consecuencia de generaciones de relaciones endogámicas”. Y agrega: “Como con
tantas cosas contra las que me he rebelado en mi vida, el nepotismo está ahora
en mi lista de cosas para ‘superar y seguir adelante con tu propia vida’”.
Hoover empieza por
definir otras 8 sub-categorías de jefes (ver Puntos importantes), además del
jefe idiota. Para cada una de ellas tiene varios consejos. Estas son: jefes
buenos, jefes dioses, jefes maquiavélicos, jefes masoquistas, jefes sádicos,
jefes paranoicos y jefes colegas.
Y concluye esta
categorización con una sensata reflexión que seguramente todos hicimos alguna
vez: “Ser un buen jefe es tan fácil que nos lleva a preguntarnos por qué hay
quien invierte tanto esfuerzo y energía en ser un jefe malo”.
Categorías de Jefes
1. El buen jefe. Es
el que sabe que compartir información de manera concienzuda y puntual hace
que la gente se sienta partícipe, respetada y reconocida por su contribución.
Convierte la comunicación abierta y sincera en una prioridad. Y es receptivo
al feedback.
2. Jefe dios.
Dirigirse a él tal y como quiere que se dirijan a él. Seguir sus reglas.
Perder las batallas para ganar la guerra, ofrecerle sacrificios (regalos),
pedir perdón por anticipado (¿Te parece bien que…?), reconocer su presencia,
jamás ignorarlo.
3. Jefe
maquiavélico. Usar con frecuencia la expresión “ya me encargaré de ello por
ti”, siendo “por ti” lo más importante. Ponerlo al corriente de todo, aceptar
todas sus invitaciones.
4. Jefe masoquista:
Nunca elogiarlo ni darle buenas noticias. Necesita castigo. Destacar siempre
lo negativo -obstáculos y desventajas- de cualquier tema. Lo mejor es huir de
él (salvo que sea sea sádico) porque nunca estará contento. Si uno hace algo
bien, dirá: “Me alegro por ti, ahora seguro te ascenderán y me harás a un
lado”.
5. Jefe sádico: Es
más difícil huir, porque no deja ir a su presa para poder seguir
torturándola. Hay que fingir que la carga del trabajo es superior a lo que
realmente es. Quejarse por demás. Mostrarse ocupado, concentrado y nunca,
nunca, expresar la menor alegría.
6. Jefe paranoico:
Toma todo lo que uno hace como una conspiración en su contra. Para escapar,
lo mejor es hacerle creer que se está conspirando. Es muy fácil, basta con
cruzar una mirada cómplice o una tosecita con otro colega en una reunión o
callar apenas él entra en nuestra oficina.
7. Jefe colega: No
tiene amigos, necesita hacerlos en la oficina. Para estar bien con él,
convocar a una reunión de grupo al menos una vez por semana: el jefe colega
disfruta viéndose rodeado de sus polluelos. Los trabajadores entregados son
los que peor la pasan porque deben trabajar horas extra para hacer lo que
tendrían que haber hecho en vez de estar hablando de actualidad, del tiempo y
de deportes con sus jefes colegas.
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La simulación es la clave
“A diferencia de los
jefes dioses, maquiavélicos, masoquistas, sádicos, paranoicos y colegas, el
jefe-i es simplemente un mutante del viaje evolutivo de las especies que no se
entera de nada”, explica.
“Con un poco de poder
los idiotas pueden volver loco a cualquiera. Con mucho poder pueden llegar a
aterrorizar el planeta. No porque sean malos, sino porque tienen ideas raras en
la cabeza. Y eso es peligroso en una cabeza que no está diseñada para pensar”,
advierte.
¿Cómo llega el jefe-i
a hacerse con el poder? Su explicación es del orden de lo azaroso: “En algún
momento los jefes-i tomaron el control mientras el resto del personal andaba
distraído”.
Una clave para lidiar
con este tipo de personajes, Hoover la ve en el comportamiento animal: “En su
mayoría los perros son idiotas, un hecho que ayudará a los amantes de los
perros a comprender lo inocentes e inocuos que pueden llegar a ser los jefes-i.
Los perros piensan que todo lo que hacen es lo más importante del mundo en ese
momento. (…) Los perros están constantemente de un buen humor insufrible”.
De esto deriva un
primer consejo: “Si sabes cómo mostrarte amable y alentar a un animal tonto,
estarás en posesión de la mayoría de las habilidades necesarias para gestionar
a un jefe idiota”. Y describe una situación típica en la cual podemos empezar a
aplicar esta máxima: “Un jefe-i se pone en muchas situaciones embarazosas. (…)
Él seguramente no tiene ni idea de que todo lo que hace es susceptible de
provocar una situación embarazosa (…). En esos momentos de desesperación, en
los que todo el mundo se ríe del jefe-i, ponle una mano en el hombro y dile:
‘no te preocupes, jefe, yo también he hecho un montón de estupideces en mi
vida’”. “¿Hace
algún daño fingir un poco?”, se pregunta.
Esto se vincula a una
máxima fundamental del manual de Hoover: “Nunca nadie mejoró su carrera
haciendo que su jefe se vea como un idiota”. La simulación es por lo tanto
crucial para la supervivencia.
Hay que tener un plan
Viene luego otra
advertencia de oro: “Actúa con inteligencia. No esperes que tu jefe-i elabore
cualquier tipo de plan ridículo para mantenerse ocupado también a ti. Estudia
los objetivos de tu departamento y de tu empresa y sugiere planes para
alcanzarlos. Cuando tu jefe-i se ponga la medalla por ello, déjalo pasar”.
“Es una lástima
–ironiza- que el Departamento de Contabilidad no haya encontrado aún la manera
de cuantificar el ahorro de costos que implica la ausencia por enfermedad de un
jefe-i. Podría muy bien darse el caso de que el departamento de un jefe-i
hospitalizado sea notablemente más eficiente en su ausencia”.
Su consejo entonces es
tratar de educar al jefe-i sin que éste lo note. Para ello hay que trazar un
plan. No lo reproduciremos aquí: habrá que leer el libro. Algo muy recomendable
por cierto. La diversión está garantizada.
Claudia Peiró.
FUENTE: http://manuelgross.bligoo.com/20121104-gente-toxica-como-comportarse-frente-a-estos-8-tipos-de-jefes-idiotas
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